No podemos saber con precisión dónde y cuándo empezó esta tradición en Comitán. Yo sólo sé que desde niña, el día de mi cumpleaños, rompía la reja de papel de china, que mi Madre, mis Hermanas y las sirvientas ponían a la puerta de la recámara, adaptandola al tamaño de “la del día”. Primero, una mitad de puerta; después la puerta entera era cerrada por una reja de papel de china de chillantes colores, tiras que entrelazadas y pegadas con cera cantúl (cera de Campeche), formaban una reja como la de las prisiones; otras veces era reja de papel picado que se compraba con Don Caralampio Rubio. La entregaba en una bolsa de papel periódico, con un pedazo de cera y los recortes de papel picado que servían como confeti para tirarle a la homenajeada cumpleañera, o bien, tirarle pétalos de flores.
La reja debe datar de mucho tiempo atrás puesto que las gentes ya viejas, cuando yo era pequeña, la recordaban. Tiene un significado muy hermoso romper la el día del cumpleaños: es el momento en que se rasgan las membranas de la vida uterina y salimos a la vida; por eso se celebra con alegría el haber llegado al mundo, salir de lo oscuro de la recámara a la luz del día con música y alegría.
Los Comitecos radicados fuera, llevan sus rejas de papel picado que los familiares de Don Caralampio Rubio siguen haciendo con las herramientas que él dejó, como los saca bocados de diferentes formas: hojitas, ruedas, cuadritos. Otras personas ya las hacen y así, esta costumbre se ha propagado en muchos lugares. Las rejas picadas son también de papel de china uniendo los pliegos con engrudo, ahora con resistol y formando de una sola pieza que cubre totalmente una puerta grande.
Se acostumbra poner a la veces día una corona de flores, tradición más nueva que nos llegó de Tuxtla Gutiérrez por los años de 1930, cuando Don Pedro Marín, jefe de la oficina federal de hacienda –que en esa época le llamábamos– “el timbre”, vino a Comitán con su familia. Ellos empezaron a enseñarnos la costumbre de coronar la víspera de santo en una alegre reunión organizada por los amigos de la misma, a la cual ella correspondía invitando a una comida o cafecito otro día, que desde luego era otra animada fiesta.
Doña Lupita Gallegos, con sus hijos René y Amelia, familia también tuxtleca, ayudaron a que esta costumbre nos fuera gustando, y por último, sólo nos quedó la de coronar a la festejada.
Ojalá que esta tradición no se pierda. Era tan hermoso escuchar el ruidito de papel cuando lo estaban pegando; el cuchicheo de las personas que esperaban ver salir a la dueña del día, ya preparados con el confeti como pétalos de flores en las manos el tizón listo para quemar los cohetitos o triques y sí era con marimba, oír los suaves “bolillazos”, o bien el disco de las mañanitas ya puesto, para que al salir y romper la reja, todo empezará a sonar entre la alegría y los abrazos de felicitación. La reja quedaba colgada, rota ya, como para que todo el que llegara a la casa supiera que había cumpleaños y que hubo reja de papel de China.
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ALBORES ALBORES, Marta Dolores. La reja de papel de China. Papel de China. Revista cultural trimestral.1992, Nº. 2, p.4-6.
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